El Puerto y la ciudad, 'enemigos' íntimos

El conflicto por el canon del Cubo se suma a la larga confrontación protagonizada por estos dos espacios

Vista del puerto desde el Monte Gibralfaro cuando aún estaba en pie el silo en el muelle 2.
Vista del puerto desde el Monte Gibralfaro cuando aún estaba en pie el silo en el muelle 2.
Sebastián Sánchez Málaga

16 de diciembre 2013 - 01:00

La relación puerto-ciudad está marcada por el desapego, la incomprensión y, en episodios contados, el cariño fraternal. La frontera física trazada durante décadas entre el espacio portuario y la urbe por la verja ha separado en los mismos términos los intereses de los gobiernos del puerto y la capital. El conflicto ahora abierto en relación al edificio cultural levantado en la esquina de los muelles 1 y 2, bautizado como el Cubo, es una muesca más a sumar al amplio listado de fricciones entre las dos instituciones.

Desde los inicios del periodo democrático, las autoridades municipales y portuarias se han mirado con cierto recelo. El intento del Ayuntamiento, ya en tiempos de Pedro Aparicio al frente de la Alcaldía, de ganar terreno hacia el mar se topó con las reservas del puerto, que empezaba a observar como una amenaza los deseos municipales. Pero a pesar de las negativas iniciales, el transcurrir de los años constata que la urbe, siempre tachada de dar la espalda al mar, ha acabado por arañar metros al puerto.

Lo ha hecho, bien es cierto, de la mano de los intereses económicos de la propia institución portuaria, que secado el pozo financiero que suponía el tráfico de petróleo, vio la necesidad aprovechar su patrimonio para endulzar una amarga situación en sus arcas. Una razón de peso que vuelve a estar detrás de la decisión del actual presidente del Puerto, Paulino Plata, de reclamar 280.000 euros (rebajando la cantidad real) al Ayuntamiento por la ocupación del edificio cultural, inmueble que en los próximos meses debe pasar a manos municipales para su gestión durante 35 años. El encontronazo ahora, como de manera continuada en el tiempo, se repite, una vez conocida la cerrazón del equipo de gobierno del PP de atender la reclamación del Puerto.

Más de dos décadas dedicaron ambas instituciones a buscar el modo de relacionarse con naturalidad, posibilitando que el malagueño pudiese posar sus pies sobre el puerto sin ser considerado un invasor. Y finalmente lo lograron, aunque con heridas incuestionables abiertas en este intervalo. El primero que puso sus miras en los terrenos próximos al mar fue el primer alcalde democrático de la ciudad, el socialista Pedro Aparicio. Quiso a toda costa que algunos de los muelles tuviesen consideración ciudadana, eliminando la verja que hoy sigue separando ambos escenarios.

Los intentos del regidor socialista chocaron de forma reiterada con la filosofía de recinto cerrado que reinaba en aquellos años la autoridad del puerto. Tan es así que de forma independiente, cada uno de los organismos implicados ideó y diseñó el modo de actuar sobre los muelles 1 y 2, sin que existiese semejanza entre ambas propuestas.

Sin embargo, los episodios de amor-odio más numerosos tienen como protagonistas al actual alcalde, Francisco de la Torre, y al que hasta mediados del año pasado fue responsable del puerto, Enrique Linde. La imagen de ambos ilustra fielmente el vaivén al que ha estado sometida la operación puerto-ciudad, ya una realidad.

"Recuerdo que con Celia Villalobos las relaciones fueron muy buenas y fluidas, pero con De la Torre los acuerdos eran tortuosos y tormentosos", asegura Linde al tirar de memoria. El ex dirigente socialista, que llegó a afirmar del alcalde que era como Penélope, que destejía por la noche lo que tejía por la mañana, hace hincapié en que era habitual que "un día aceptase una propuesta para negarla al día siguiente". Linde plasma esa diferencia señalando que durante años la actitud en materia urbanística y de tráfico por parte del Ayuntamiento fue "de prepotencia". "El Ayuntamiento pide colaboración en muchas cosas mientras suele tener poca deferencia", apostilla.

Dos escenas ejemplifican en los últimos años las diferencias entre ambos mandatarios. En 2004, Linde acabó estallando al observar cómo el Ayuntamiento le duplicó la factura del Impuesto de Bienes Inmuebles. De abonar anualmente unos 440.000 euros a pagar 870.000 euros, algo de lo que aún se queja hoy Plata. "El puerto durante mucho tiempo era el que más pagaba de toda España", insistió.

La segunda secuencia tiene lugar a finales de 2007, cuando el punto de fricción fue la propuesta portuaria de promover un hotel de lujo en los suelos ganados con el dique de levante. La idea, que hoy forma parte del proyecto electoral de De la Torre, fue echado para atrás por la Gerencia de Urbanismo, a pesar de que, supuestamente, se había acordado ir en esa línea. "De buenas a primeras cambian de criterio; hay falta de seriedad", dijo Linde en aquellas fechas, llegando a hablar de "frivolidad" por parte municipal.

El último conato de confrontación se produjo, como ahora, con el edificio cultural de la esquina de oro como elemento central. En julio de 2010, el dirigente portuario presentó junto al entonces concejal de Urbanismo, Manuel Díaz Guirado; al gerente del organismo, Javier Gutiérrez Sordo, y al arquitecto contratado por la promotora de Muelle Uno el diseño previsto para el inmueble. Las dimensiones del inmueble, que sobrepasaban con creces la cota del muelle, obligaban a modificar el Plan Especial del Puerto que tantos años costó redactar.

Y a ello estaban dispuestas las dos partes. O al menos eso creía Linde. Sin embargo, apenas días más tarde de la presentación, tras las críticas que suscitó el proyecto, De la Torre dio un paso atrás en su compromiso inicial. La reacción de Linde no se hizo esperar y anunció que anulaba cualquier posible cambio en el planeamiento. El paralelepípedo que se iba a levantar en la unión de los muelles 1 y 2 quedó en nada y, con el paso de los meses, acabó siendo sustituido por el ahora bautizado como Cubo.

Ante la cuestión ahora suscitada, Linde defiende la posición adoptada por Plata. Recuerda, como lo ha hecho estos días el dirigente portuario, la existencia de una legislación que hay que cumplir y que el protocolo que él mismo firmó con De la Torre en 2004 "no habla de gratuidad". "Si se llega a un acuerdo tiene que ser por compensación", comentó el ex presidente. Sea como fuere, las espadas están en alto, Plata espera la convocatoria del alcalde para hablar del asunto, mientras en el seno de la Casona del Parque no parecen contemplar nada que no sea la recepción del Cubo sin contraprestación. Entre tanto, la cuenta atrás para clarificar el futuro del Centro Pompidou.

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